domingo, 4 de octubre de 2009

Las Amo A Las Tres

Las Amo A Las Tres
Juan David Ortiz Quevedo
2008134037

No aguanto más este secreto que tengo entre pecho y espalda, siento que mi vida cada día pierde el sentido, porque mi corazón está echado a la suerte de tres hermosas mujeres, a quienes amo con locura y de quienes sencillamente no podría separarme, ni aunque muriera. Una de ellas es caliente como ninguna, solo ella sabe cómo serlo y quemar cada folículo de mi piel sin consentimiento alguno, me agrada bastante estar con ella, aunque suelo quedarme sin aliento cuando en ella entro, me desnuda por completo, me lleva a la rumba más agresiva del planeta, me pasea por calles solas y sucias, me atemoriza pero me excita a la vez, aunque me canso de ella, de verle siempre con los mismos escotes, y mostrando pierna todo el tiempo.
La otra está entrada en años, y esa experiencia es la que la hace la mas puta y ofrecida de las tres, es fría, ruidosa, sucia, pero elegante, con porte, galantería; sin embargo debo aceptar que es bastante agresiva, pero de brazos abiertos, con ella disfruto estar bajo las cobijas tras intensas lluvias y abundante sexo a causa de su frio, de las tres es la más adinerada, todos quieren invertir en ella, y nunca tiene el suficiente tiempo para dedicarme, así que nunca pregunta, y con ella no se puede conversar de mucho, siempre tiene afán.
Por último y no menos importante desde luego, mi esposa, aunque debo ser franco y admitir que de ella me avergüenzo, y pocas veces me oirán hablando de ella, pero siempre me recibe con una sonrisa amable y suele sentirse muy orgullosa de mi, aunque para lo único que me sirve, es para pasar un rato y saborear deliciosos festines, aunque momentáneos, ya que no soporto más de dos días junto a ella, siempre tiene sus mejillas coloradas por el frio y una olorosa ruana que cubre su población entera, cuando estoy cerca de ella me dan ganas de huir y no volver a verle nunca mas pero ella es mía y yo soy de ella, no tengo mejor explicación, fue a quien le entregué mi primer vez y esa jamás se olvida.
No es a titulo de ofenderlas o dejarlas al descubierto, pero si quisiera que supieran sus nombres, para que cuando las vean de pasada, entiendan por que las amo, y porque hacen parte de mi vida, la primera es Villavicencio, la segunda es mi amada Bogotá y la tercera es quien me vio nacer, Boyacá.
A las tres las amo, aunque pocas veces lo demuestro, cada una de ellas tienen un pedazo de mi, y uno muy importante, aunque no puedo evitar sentirme especialmente atraído por Bogotá, es como un sueño hecho realidad, calles enteras de historia, de maldad de lamentos, de pobreza, de cultura, de intelecto, de malos hábitos, de encórbatadas costumbres, aunque suelo sentirme celoso, porque ella le da a todos lo que me da a mí, suele ser muy generosa con todos, y a todos los recibe en su lecho, es descaradamente obvia, sucia, repulsiva, aunque es de igual modo solapada, sabe comportarse como la dueña y señora, como si fuese el centro del mundo, es una de las más frías, lluviosas, solas, pero igualmente seductoras.
En Villavicencio, es donde más me divierto, siempre tengo una excusa para quitarme la camisa, para bañarme hasta tres veces al día, para no moverme, porque su calor es sofocante, para morder hasta el cansancio sus Pomarrosas, para montarle a caballo hasta que me ardan las piernas, es insoportable a veces, muy insegura, poco amable, pero no me canso de escudriñarle hasta el más re combito bailadero, la conozco perfectamente porque la he gozado desde la vía puerto López hasta los Cañizares de Yopal a punta de Joropo y arpas llaneras, aunque me canso muy pronto de ella como lo dije al principio, a veces tanta diversión me aburre, me hace falta el glamur, la seriedad, la sobriedad, la tranquilidad y las responsabilidades que solo me sabe dar Bogotá.
De ti hermosa Boyacá, no tengo mucho que decir, prácticamente nos une un compromiso, casi que moral. Cuando estoy allí, suelo aburrirme pronto, me dan ganas absurdas de salir corriendo y odiarle para siempre, pero cada vez que escucho aquella canción que mi abuelo solía cantarnos: “Lunita consentida colgada del cielo, como un farolito que puso mi Dios, para que alumbrara las noches calladas de este pueblo viejo de mi corazón”, recuerdo lo grande, redonda y blanca que se ve la luna desde tus lomas, cuando la neblina la deja asomar, y sé que eres un paraíso, un ensueño, algo así como un oasis, entre tanta escopeta, guerrilla y maldad, y si busco con detenimiento, puedo reconocer cultivos de papa y arveja, o cuando escucho de la misma canción: “pueblito de mis cuitas de casas pequeñitas por tus calles tranquilas corrió mi juventud, por ti aprendí a querer, por la primera vez, y nunca me enseñaste lo que es la ingratitud”, reconozco que te amo, que eres única, que tienes casitas pequeñitas y no una enorme fila de edificios a punto de tragarte en cualquier momento, y noto que tus calles son pequeñas y cortas, y no corro el riesgo de perderme, o que tu gente es agradecida, amigable, no es hostil ni siempre está a la defensiva. Y por ultimo cuando la canción dice: “hoy que vuelvo a tus lares, trayendo mis cantares y con el alma enferma de tanto padecer, quiero pueblito viejo morirme aquí en tu suelo, bajo la luz del cielo que un día me vio nacer”, sé que es en tus pastos donde quiero descansar perpetuamente.
Entiendo que a veces no te reconozco como la mía, porque me da pena que entiendan la razón de mi nobleza o descarada estupidez, y también hablo mal de ti, pero estoy inmensamente agradecido, por lo orgullosos que se sienten de mi cuando te visito, y las sonrisas, y las innumerables preguntas que me hacen sobre Bogotá como si fuera otro planeta, definitivamente te amo, en silencio, o no como mereces pero te amo, por eso eres mi esposa, y con la única que quiero envejecer y morir.

Malversaciones

Universidad Pedagógica Nacional
Juan David Ortiz Quevedo
2008134037

Malversaciones

Trato de olvidarte,
En la oscuridad del día y de los quehaceres de la noche,
En lo profundo de la belleza y lo superfluo de los sentimientos,
En lo evidente de mis recuerdos y lo más profundo de mis olvidos.

Entre una vida quemada y un tiempo vivido,
En la inversión de la basura y el reciclaje de mi dinero,
Entre la santidad de mi pornografía,
Entre los moteles sociales, y las reuniones de sexo.


Y aunque trato y trato, Solo me queda,
La inteligencia que hoy día me hace ver torpe
El aroma del perfume que no usabas.

Y el sabor de aquellos besos que no me dabas,
El susurro de las palabras que me gritabas,
Tus actos evidentes que me engañaban,
Y el dolor de tu amor que tanto disfrutaba.