lunes, 4 de enero de 2010

Salón de clases

Las voces en el cuarto luchan las unas por callar las otras, cada uno de ellos subía el tono cuando sentían perder la atención de sus pequeños e hipócritas grupos, cuando sentían que sus estúpidas y malintencionadas sonrisas se estaban apagando, porque cada letra les sonaba con dialectos tan extraños, que nadie allí se atrevía a entender.


Pasan sin sentido las horas y nadie resuelve entender al ajeno, solo hay miradas subversivas de un amor siniestro, que por inspiración de las letras y los números, se convierte en odio; todos saben que el otro los necesita para subsistir, porque esa es su tarea en el mundo y es precisamente eso lo que los impulsa a sentirse sicarios en el recinto.


Un sobrio olor a tinto invade y armoniza el espacio, todos lo notan y le temen, es aquel látigo justiciero y domador, que usan para aplacar la furia de las bestias; él llega y el silencio consigo impera como un común denominador, él llega y el silencio ataca con decoro la cobardía de sus débiles voces, él llega y el silencio noquea los odios en el aula de clase.


Peace and love my brother….




Juanito…

El Silencio



¿Por qué me resultaste tan extraño como aquellos pasmos de conocimiento pardo al que decido desconocer por ignorancia?


¿Por qué si temías de mí preferiste alejarte en silencio?, como si el silencio hiciera todo como antes, como si el silencio te diera las razones, que tu inconsciente razón no termina de entender…


La Calle





Kilómetros de calles sucias, bajo la fría lluvia de Bogotá, hacen que me duelan las ideas, en la mano derecha junto con mis zapatos negros, sostengo los despojos de mi conciencia, y en el bolsillo de la camisa refundidos para luego, junto con los cigarrillos, la dignidad y la honra que minutos antes me estorbaban.



Con el luto de una ruidosa fiesta en el Theatron, camino por la Caracas para tratar de olvidar aquellos pecados que me obligan a mirar las líneas blancas de la Ciclo Ruta, porque me siento indigno de la sucia gente que frecuenta la noche. “¿una monedita Mono?” , “no gracias no me antoja” ante la mirada asesina de aquel indigente, supe que la noche no tendría un feliz desenlace y que aquel fin pronto llegaría, de manera tal que ni el cuerpo, ni la lluvia, ni las calles lo notarían.



Por la estupidez de mi respuesta, me vi tirado sobre las meadas paredes del Only de la sesenta… y algo, solo y sin destino, o al menos hasta que la traba me permitiera recordar el camino. Mirando el anuncio de un local, recuerdo las palabras de la chica de los pelos rojos que viene a mi memoria sin motivo alguno, “me siento atraída por las luces de neón que me seducen y envuelven” solo que I dislake the Under Ground world, y el susto me obliga a caminar rápido y tropezar con todo.



Por aquellas escaleras de pepas blancas con negras y estragos de cerveza, mujeres tiradas en cada escalón con vestidos a medio poner, por encima se nota que ninguna tiene ropa interior, en sus caras, una mueca de cansancio, como las de aquellas elegantes personas que toman el Transmilenio de la calle 72 con la ilusión de alcanzar asiento, como ellos pero con menos ropa y vergüenza, lucen aquellas mujeres, cansadas de su vida o exhaustas por la calle, no sé, no alcance a pensar, cuando menos sentí un empujón que me clavo de narices contra el piso, aunque para la ocasión no importaba, en mi colorado y cachetón rostro, no cavia ni un solo moretón mas, producto de la noche.



La culpa me carcome el alma, siento un profundo ahogo en el pecho y un vacio en el estomago, aunque el molesto ardor del culo y esa sensación de querer cagar todo el tiempo, me impedían pensar demasiado, recordé las palabras de aquel travesti de Al Diablo La Maldita Primavera “la culpa no va conmigo, al fin y al cabo, moral es solo una mata de moras” me causó tanta gracia, que el agua con gas que estaba tomando y que tenía en la boca, “por esa puta costumbre” de pasarla de lado a lado de la boca, por sentir las burbujas, se me salió por la nariz y solté tal carcajada que llame la atención de la agonizante gente de aquel sitio.



Claro está que solo Dios sabe en que estaban pensando, o que era lo que veían, porque nadie hizo el menor movimiento, pasaron las horas, poco a poco un escurridizo rayo de madrugada se dejo pillar por las rendijas de las latas que cubrían las ventanas de aquel sitio, me encandelilló los ojos y descubrí que era hora de marchar, aunque antes de ponerme de pie, quise inmortalizar aquella tétrica imagen en mi cabeza, admirar la uniformidad de aquel lugar, sin importar que todos allá veníamos de mundos distintos; prostitutas en el suelo, un indigente en el orinal, gente con aire de apartamenteros tomando tinto, gamines, gomelas, de todo… a … y yo, lo más gracioso de nuestras diferencias, era que teníamos la noche en común, y tal vez era eso lo que nos hacía ver casi como una familia.



Sin pensarlo tanto salí de aquel lugar y trate de tomar el primer Transmilenio de la calle 22 que pasara, aunque tuve que esperar mucho tiempo antes de que eso sucediera, lo más gracioso de aquella mañana, es que percibía en la mirada de la gente, que lo que había hecho, al parecer no estaba bien, pareciera que cada rasgo de inconsciencia se plasmara en la cara y todo honorable ciudadano hubiese aprendido a descifrar tal código.



Como si aquella noche se me hubiera mostrado a manera de índice en mi vida, me volví esclavo de la calle, amigo de la noche, siento a cada cuadra un despojo de alma que se me ha quedado de la noche anterior, de las luces y sus demonios, de las pasiones y los encantos, de las drogas y los golpes, de los bailes y el alcohol, de los amantes clandestinos, como hijo y como hermano, de la calle y de la noche.



SANTA NAXLY DE LO ETERNO





Aroma a cigarrillo mentolado y sabor a crema de whisky acompañan las calles del abandono; tragos de amargura e indigencia; suspiros de olvido y necesidad de memoria; tierra de apariencias, de closet, de simple mansedumbre, por las calles del comercio, por la vía de la amargura, por el camino del destierro, santa Naxly del auxilio.



Innumerables golpes de la vida, risa hipócrita de la amistad; serenidad del alcohol, las drogas y los excesos, despojo de apariencia, ganas de vivir; sueños incompletos, monedas de la fuente, santa Naxly de la esperanza y la eternidad.
Con el aroma de la madrugada, por el ruido de la calle, por el silencio del dolor, por las necesidades de los abandonados, por la gloria de las putas, los maricas y los rateros, ten compasión.



Besos de alquiler, sudor en los moteles, penumbras de semen y sudor, santa Naxly de la entrega, Rogad por quienes caminamos en las noches, para quienes la luz no es más que evidencia vulnerable. Sufrid por quienes sufrimos el abandono de la vida, a quienes nos toca esconder nuestras vergüenzas para encajar en un mundo desolado. Amad a quienes amamos sin control y nos conformamos con el desvarío de lo evidente. Enseñadnos con amor lo que a golpes aprendemos. Perdonad lo que con rabia nos condena y nos amarra a las sucias calles del centro. Compadeced nuestros dolores y esfuerzos, protege nuestras inmundicias, evita que el desconsuelo y el dolor nos lleven a la tumba y permítenos a la hora de nuestra muerte un cambio eterno para conocer la gloria…



Amen




Juanito...

UNA TRISTE NAVIDAD





Navidad es aquel tiempo de gozo y paz que sirve de pretexto para abrazar a quienes nos estorban y besar con sincero odio a nuestros enemigos, camuflar entre las enceguecedoras luces de los arboles la maldad y la tristeza; es hacer un alto en nuestros temores, angustias y necesidades, es también escapar de la soledad y el abandono, el nacimiento del niño Jesús, la venida de papa Noel y es en ultimas por eso que nos deseamos una feliz navidad.


Pero… ¿a caso alguien se ha puesto a pensar en todos aquellos que cargan una honda herida? Y ¿qué se les dice a ellos?, a todos aquellos que sufren por ver sufrir, a quienes gozan estando solos, a las miles de personas que no tienen a quien saludar y menos con quien festejar, a aquellos que necesitan de la tristeza para subsistir… para que nos engañamos escribiendo en nuestras calles feliz navidad, cuando en los taxis y buses viajan personas tan tristes que ni las luces resplandecen en sus rostros, cuando en las calles hay gente esperando un rastro de alegría para ver si algún día creen en la felicidad, y mientras en unas casas los festinen rebosan barrigas, muchos pasan el año sin probar un bocado medianamente decente.


Este escrito es para las prostitutas, los indigentes, los melancólicos, los pecadores, los abandonados, las viudas, los huérfanos, para todos los del pabellón de quemados de todos los hospitales, para los enfermos terminales, los drogadictos, para los presos, para los soldados, los emigrantes, los perros callejeros, los autocompasivos, los suicidas, los tristes, para los agnósticos, para las enfermeras de turno de los hospitales de la caridad, para los recluidos en clínicas de reposo, para los pobres, los inútiles y los feos a todos ellos, les comparto UNA TRISTE NAVIDAD Y UN PROSPERO AÑO NUEVO…





Juanito...