lunes, 4 de enero de 2010

La Calle





Kilómetros de calles sucias, bajo la fría lluvia de Bogotá, hacen que me duelan las ideas, en la mano derecha junto con mis zapatos negros, sostengo los despojos de mi conciencia, y en el bolsillo de la camisa refundidos para luego, junto con los cigarrillos, la dignidad y la honra que minutos antes me estorbaban.



Con el luto de una ruidosa fiesta en el Theatron, camino por la Caracas para tratar de olvidar aquellos pecados que me obligan a mirar las líneas blancas de la Ciclo Ruta, porque me siento indigno de la sucia gente que frecuenta la noche. “¿una monedita Mono?” , “no gracias no me antoja” ante la mirada asesina de aquel indigente, supe que la noche no tendría un feliz desenlace y que aquel fin pronto llegaría, de manera tal que ni el cuerpo, ni la lluvia, ni las calles lo notarían.



Por la estupidez de mi respuesta, me vi tirado sobre las meadas paredes del Only de la sesenta… y algo, solo y sin destino, o al menos hasta que la traba me permitiera recordar el camino. Mirando el anuncio de un local, recuerdo las palabras de la chica de los pelos rojos que viene a mi memoria sin motivo alguno, “me siento atraída por las luces de neón que me seducen y envuelven” solo que I dislake the Under Ground world, y el susto me obliga a caminar rápido y tropezar con todo.



Por aquellas escaleras de pepas blancas con negras y estragos de cerveza, mujeres tiradas en cada escalón con vestidos a medio poner, por encima se nota que ninguna tiene ropa interior, en sus caras, una mueca de cansancio, como las de aquellas elegantes personas que toman el Transmilenio de la calle 72 con la ilusión de alcanzar asiento, como ellos pero con menos ropa y vergüenza, lucen aquellas mujeres, cansadas de su vida o exhaustas por la calle, no sé, no alcance a pensar, cuando menos sentí un empujón que me clavo de narices contra el piso, aunque para la ocasión no importaba, en mi colorado y cachetón rostro, no cavia ni un solo moretón mas, producto de la noche.



La culpa me carcome el alma, siento un profundo ahogo en el pecho y un vacio en el estomago, aunque el molesto ardor del culo y esa sensación de querer cagar todo el tiempo, me impedían pensar demasiado, recordé las palabras de aquel travesti de Al Diablo La Maldita Primavera “la culpa no va conmigo, al fin y al cabo, moral es solo una mata de moras” me causó tanta gracia, que el agua con gas que estaba tomando y que tenía en la boca, “por esa puta costumbre” de pasarla de lado a lado de la boca, por sentir las burbujas, se me salió por la nariz y solté tal carcajada que llame la atención de la agonizante gente de aquel sitio.



Claro está que solo Dios sabe en que estaban pensando, o que era lo que veían, porque nadie hizo el menor movimiento, pasaron las horas, poco a poco un escurridizo rayo de madrugada se dejo pillar por las rendijas de las latas que cubrían las ventanas de aquel sitio, me encandelilló los ojos y descubrí que era hora de marchar, aunque antes de ponerme de pie, quise inmortalizar aquella tétrica imagen en mi cabeza, admirar la uniformidad de aquel lugar, sin importar que todos allá veníamos de mundos distintos; prostitutas en el suelo, un indigente en el orinal, gente con aire de apartamenteros tomando tinto, gamines, gomelas, de todo… a … y yo, lo más gracioso de nuestras diferencias, era que teníamos la noche en común, y tal vez era eso lo que nos hacía ver casi como una familia.



Sin pensarlo tanto salí de aquel lugar y trate de tomar el primer Transmilenio de la calle 22 que pasara, aunque tuve que esperar mucho tiempo antes de que eso sucediera, lo más gracioso de aquella mañana, es que percibía en la mirada de la gente, que lo que había hecho, al parecer no estaba bien, pareciera que cada rasgo de inconsciencia se plasmara en la cara y todo honorable ciudadano hubiese aprendido a descifrar tal código.



Como si aquella noche se me hubiera mostrado a manera de índice en mi vida, me volví esclavo de la calle, amigo de la noche, siento a cada cuadra un despojo de alma que se me ha quedado de la noche anterior, de las luces y sus demonios, de las pasiones y los encantos, de las drogas y los golpes, de los bailes y el alcohol, de los amantes clandestinos, como hijo y como hermano, de la calle y de la noche.



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