lunes, 4 de enero de 2010

Salón de clases

Las voces en el cuarto luchan las unas por callar las otras, cada uno de ellos subía el tono cuando sentían perder la atención de sus pequeños e hipócritas grupos, cuando sentían que sus estúpidas y malintencionadas sonrisas se estaban apagando, porque cada letra les sonaba con dialectos tan extraños, que nadie allí se atrevía a entender.


Pasan sin sentido las horas y nadie resuelve entender al ajeno, solo hay miradas subversivas de un amor siniestro, que por inspiración de las letras y los números, se convierte en odio; todos saben que el otro los necesita para subsistir, porque esa es su tarea en el mundo y es precisamente eso lo que los impulsa a sentirse sicarios en el recinto.


Un sobrio olor a tinto invade y armoniza el espacio, todos lo notan y le temen, es aquel látigo justiciero y domador, que usan para aplacar la furia de las bestias; él llega y el silencio consigo impera como un común denominador, él llega y el silencio ataca con decoro la cobardía de sus débiles voces, él llega y el silencio noquea los odios en el aula de clase.


Peace and love my brother….




Juanito…

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