martes, 10 de noviembre de 2009

Reloj

Cada instante en mi pesa como delirios por causa de la fiebre y suelen pasar por mi mente como quien ve los avances del próximo capítulo de una novela favorita, así desencadenan los sucesos de una existencia sin sentido y quien con seguridad a cada palpito trata de hacer coro con las manecillas de un reloj que acorde a su frialdad no se detiene cuando el dolor agudiza.


Solamente resta pensar y quedar en silencio, o quedar en silencio y no pensar en nada mientras las horas tratan de pasar por mí, lentas o rápidas, eso depende de la intensidad del silencio, o de las ganas de amanecer, no sé, el fin es que el silencio termina siendo el común denominador de mi soledad.


Con toda seguridad hago real aquella canción que desde tu partida me obligo a oír “Yo miro tu retrato pero no me hablas, yo contigo vivo pero no me amas”[1] de nada vale estar en casa tejiendo y destejiendo las hilazas de un amor que repentinamente y sometido al fuego del olvido se esfumo ante nuestras miradas, aquella mirada frívola que hoy desde tu retrato inmortalizo en mi mente, aquellas palabras de maldad también, que me gritabas sin motivo alguno y hoy hacen eco en las sucias y viejas paredes de mi cuarto.


Lo más triste del abandono, creo, no son las horas sin sentido que golpean palmo a palmo el cinismo de mis recuerdos, no, es en cambio un estúpido reloj de cuerda que con desespero asfixia mi pensar y me obliga a una histeria incontrolable con la que termino destruyendo lo que tu rabietas dejo salvo. Un tic para los cuadros y un tac para las ventanas, un tic para tu recuerdo y un tac para mi tranquilidad; un tic para la rabia, la soledad y el abandono, y un tac para el amor, la esperanza y tu llegada , y todo el tiempo es tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac, tic – tac. ¡No más! El silencio es realmente insoportable cuando no es perpetuo y prolongado, las horas son insoportables si tu recuerdo martilla mi cabeza dejando cráteres como la luna.


No quedándome más opción, me dirijo a la ventana y al mejor estilo de un descerebrado, juego con las formas de las estrellas en el cielo, lo hago por lapsos prolongados de tiempo, hasta que los pies se me ponen morados y las manos se entiesan de dibujar y desdibujar constelaciones en mi ventana, así que al parecer el camino que me queda es dormir.


Soportar un día mas no me hace sentir un ganador, sospechosamente estoy allí sonriendo como un payaso, mientras caen lagrimas negras por mis mejillas, lagrimas negras, que hermosa canción, y comparto el paradigma de aquel interprete, “si un jardinero de amor, siembra una flor y se va, otro viene y la cultiva, ¿de cuál de los dos será?[2] Hay, hermosa flor, solamente si te hubieses dejado cortar, y enfrascar en un jarrón, podría estar en éste instante admirando tu belleza, pero que idiota, quien me dijo que la vida era justa o que realmente el amor existe… en fin, un día mas y solo pienso en ti.


Al cumplir dos largos meses desde tu partida o algo así como 5’374.771’200.000[3] de tic y otro número igual de tac creo necesario una vida nueva, me dispongo a hacer del mundo, un clásico derroche de amores e intimidades, tu recuerdo siempre latente en mi pecho, asegurándome que como yo te amé difícilmente volveré yo a amar, y con el desvarío de la certeza que aquel reloj de mi pared, hará recordar cada resto de vida en que no estarás a mi lado.


Juan David Ortiz Q.

[1] Gilberto Santarosa, pero no me amas
[2] Canción Lágrimas negras del compositor Miguel Matamoros.
[3]
Meses
Días
Hora
Minutos
Segundos
1 mes
30 dias
720
1036800
5374771200000

1 dia
24 horas
1440
5184000


1 hora
60 minutos
3600



1 minuto
60 segundos

domingo, 4 de octubre de 2009

Las Amo A Las Tres

Las Amo A Las Tres
Juan David Ortiz Quevedo
2008134037

No aguanto más este secreto que tengo entre pecho y espalda, siento que mi vida cada día pierde el sentido, porque mi corazón está echado a la suerte de tres hermosas mujeres, a quienes amo con locura y de quienes sencillamente no podría separarme, ni aunque muriera. Una de ellas es caliente como ninguna, solo ella sabe cómo serlo y quemar cada folículo de mi piel sin consentimiento alguno, me agrada bastante estar con ella, aunque suelo quedarme sin aliento cuando en ella entro, me desnuda por completo, me lleva a la rumba más agresiva del planeta, me pasea por calles solas y sucias, me atemoriza pero me excita a la vez, aunque me canso de ella, de verle siempre con los mismos escotes, y mostrando pierna todo el tiempo.
La otra está entrada en años, y esa experiencia es la que la hace la mas puta y ofrecida de las tres, es fría, ruidosa, sucia, pero elegante, con porte, galantería; sin embargo debo aceptar que es bastante agresiva, pero de brazos abiertos, con ella disfruto estar bajo las cobijas tras intensas lluvias y abundante sexo a causa de su frio, de las tres es la más adinerada, todos quieren invertir en ella, y nunca tiene el suficiente tiempo para dedicarme, así que nunca pregunta, y con ella no se puede conversar de mucho, siempre tiene afán.
Por último y no menos importante desde luego, mi esposa, aunque debo ser franco y admitir que de ella me avergüenzo, y pocas veces me oirán hablando de ella, pero siempre me recibe con una sonrisa amable y suele sentirse muy orgullosa de mi, aunque para lo único que me sirve, es para pasar un rato y saborear deliciosos festines, aunque momentáneos, ya que no soporto más de dos días junto a ella, siempre tiene sus mejillas coloradas por el frio y una olorosa ruana que cubre su población entera, cuando estoy cerca de ella me dan ganas de huir y no volver a verle nunca mas pero ella es mía y yo soy de ella, no tengo mejor explicación, fue a quien le entregué mi primer vez y esa jamás se olvida.
No es a titulo de ofenderlas o dejarlas al descubierto, pero si quisiera que supieran sus nombres, para que cuando las vean de pasada, entiendan por que las amo, y porque hacen parte de mi vida, la primera es Villavicencio, la segunda es mi amada Bogotá y la tercera es quien me vio nacer, Boyacá.
A las tres las amo, aunque pocas veces lo demuestro, cada una de ellas tienen un pedazo de mi, y uno muy importante, aunque no puedo evitar sentirme especialmente atraído por Bogotá, es como un sueño hecho realidad, calles enteras de historia, de maldad de lamentos, de pobreza, de cultura, de intelecto, de malos hábitos, de encórbatadas costumbres, aunque suelo sentirme celoso, porque ella le da a todos lo que me da a mí, suele ser muy generosa con todos, y a todos los recibe en su lecho, es descaradamente obvia, sucia, repulsiva, aunque es de igual modo solapada, sabe comportarse como la dueña y señora, como si fuese el centro del mundo, es una de las más frías, lluviosas, solas, pero igualmente seductoras.
En Villavicencio, es donde más me divierto, siempre tengo una excusa para quitarme la camisa, para bañarme hasta tres veces al día, para no moverme, porque su calor es sofocante, para morder hasta el cansancio sus Pomarrosas, para montarle a caballo hasta que me ardan las piernas, es insoportable a veces, muy insegura, poco amable, pero no me canso de escudriñarle hasta el más re combito bailadero, la conozco perfectamente porque la he gozado desde la vía puerto López hasta los Cañizares de Yopal a punta de Joropo y arpas llaneras, aunque me canso muy pronto de ella como lo dije al principio, a veces tanta diversión me aburre, me hace falta el glamur, la seriedad, la sobriedad, la tranquilidad y las responsabilidades que solo me sabe dar Bogotá.
De ti hermosa Boyacá, no tengo mucho que decir, prácticamente nos une un compromiso, casi que moral. Cuando estoy allí, suelo aburrirme pronto, me dan ganas absurdas de salir corriendo y odiarle para siempre, pero cada vez que escucho aquella canción que mi abuelo solía cantarnos: “Lunita consentida colgada del cielo, como un farolito que puso mi Dios, para que alumbrara las noches calladas de este pueblo viejo de mi corazón”, recuerdo lo grande, redonda y blanca que se ve la luna desde tus lomas, cuando la neblina la deja asomar, y sé que eres un paraíso, un ensueño, algo así como un oasis, entre tanta escopeta, guerrilla y maldad, y si busco con detenimiento, puedo reconocer cultivos de papa y arveja, o cuando escucho de la misma canción: “pueblito de mis cuitas de casas pequeñitas por tus calles tranquilas corrió mi juventud, por ti aprendí a querer, por la primera vez, y nunca me enseñaste lo que es la ingratitud”, reconozco que te amo, que eres única, que tienes casitas pequeñitas y no una enorme fila de edificios a punto de tragarte en cualquier momento, y noto que tus calles son pequeñas y cortas, y no corro el riesgo de perderme, o que tu gente es agradecida, amigable, no es hostil ni siempre está a la defensiva. Y por ultimo cuando la canción dice: “hoy que vuelvo a tus lares, trayendo mis cantares y con el alma enferma de tanto padecer, quiero pueblito viejo morirme aquí en tu suelo, bajo la luz del cielo que un día me vio nacer”, sé que es en tus pastos donde quiero descansar perpetuamente.
Entiendo que a veces no te reconozco como la mía, porque me da pena que entiendan la razón de mi nobleza o descarada estupidez, y también hablo mal de ti, pero estoy inmensamente agradecido, por lo orgullosos que se sienten de mi cuando te visito, y las sonrisas, y las innumerables preguntas que me hacen sobre Bogotá como si fuera otro planeta, definitivamente te amo, en silencio, o no como mereces pero te amo, por eso eres mi esposa, y con la única que quiero envejecer y morir.

Malversaciones

Universidad Pedagógica Nacional
Juan David Ortiz Quevedo
2008134037

Malversaciones

Trato de olvidarte,
En la oscuridad del día y de los quehaceres de la noche,
En lo profundo de la belleza y lo superfluo de los sentimientos,
En lo evidente de mis recuerdos y lo más profundo de mis olvidos.

Entre una vida quemada y un tiempo vivido,
En la inversión de la basura y el reciclaje de mi dinero,
Entre la santidad de mi pornografía,
Entre los moteles sociales, y las reuniones de sexo.


Y aunque trato y trato, Solo me queda,
La inteligencia que hoy día me hace ver torpe
El aroma del perfume que no usabas.

Y el sabor de aquellos besos que no me dabas,
El susurro de las palabras que me gritabas,
Tus actos evidentes que me engañaban,
Y el dolor de tu amor que tanto disfrutaba.

jueves, 18 de junio de 2009

Soledad...



Suena el despertador tratando de hacer su mejor esfuerzo, anuncia que un nuevo día comienza, y que muy seguramente su recuerdo me castigará, como siempre, y me hará pasar el peor de los días, un desayuno crudo, una ducha helada, mucha ropa sucia, nada en mí puede resultar peor.Me desespera el implacable frío de la ausencia, que hoy día pretende acabar con mi tranquilidad y exterminar de mi rostro las sonrisas. Intento salir de mí, escapar de mis recuerdos, darle una patada en las huevas a esta estúpida soledad, pero me resulta difícil voltear y mirar a mi alrededor, siendo conciente que aquí no hay nadie más... sólo yo.Continua girando el mundo, los segundos, los minutos, las horas, todo el tiempo se confabula en mi contra y no dejan en mi espacios de tranquilidad. Como cada nuevo mes, hago un inventario de las pocas cosas de valor que me quedan en éste mal trajeado lugar, miro con cautela las sobras de mis muebles que las ratas aun no han querido consumir, que mas da, lo que sea lo agarro y lo llevo resignado a la prendería, resulta emocionante salir a ver el mundo.¿para que mas preguntas sobre lo que pudo ser? Como si mirarme al espejo no fuese suficiente castigo para mi alma, no... no mas preguntas sin respuestas, no mas esperar un beso que nunca va a llegar a terminar con ésta angustia, no mas relojes que marcan inconscientes las malditas horas que llevo sin ti, no mas rencores encubados de malos pasos con fines de venganza, no mas espejos que burlan mi realidad y resaltan la cara de payaso, no mas.Enciendo un cigarrillo, uno especial, uno mío, él cigarrillo; tal vez con él la angustia pase, tal vez sin él vivir me resulte inútil, tal vez no vuelva, quizá sea la peor decisión, tal vez, tal vez, tal vez... no importa. A pasos agigantados me enfrento cara a cara con la muerte, siento que la angustia cesa y los dolores pasan, que eternos resultan los instantes en los que no pienso en ti; que bien se siente no extrañarte, no amarte, no necesitarte, aunque solo sea por breves cinco o diez minutos.Hora del almuerzo, aclaro al mundo mi tragedia, tu no estas. Busco como un desesperado algún tipo de artificio comestible que me ayude a recuperar la talla, nada en las lacenas, nada en el horno, un pedazo de pan duro tirado bajo la mesa, aunque tengo la sospecha que es de alguien mas, por las diminutas mordidas, muchos chicles pegados en el marco de mi puerta... nada decente para comer. Acudo al sueño, así ni el hambre ni los recuerdos debilitan mi cuerpo.Por fin y tras una larga espera cae la noche, ella acompañada por la descarada belleza de la luna, me anuncia que he superado la prueba, un día mas conmigo sin volverme loco, y haciéndole frente al abandono caigo en llanto sobre la desteñida alfombra de mi apestosa sala, pierdo conciencia de mí, solo me sumerjo en profundos sueños sin regreso.Un nuevo amanecer, un día mas sin ti, un nuevo mes para extrañarte, mas desayunos crudos, ropas sucias, duchas heladas, panes duros, deliciosas inquilinas robándome el mercado de la mesa, apestosos rincones de sombras desabridas, complejos viajes narcóticos, fastidiosas lagrimas de dolor, estúpidos espejos, malditos relojes, acecinas lunas, ésta es mi vida desde que tu no estas para rodearla de sentido.
*En la foto: Juan David Ortiz (yo). fotografía cortesía de Isabel Bohórquez.

domingo, 7 de junio de 2009

Juanito....




La vida desde mi punto de vista, es como una copa de cristal, llena hasta el tope del mejor de los vinos, cada sorbo de ella, nos embriaga con locura y en muchas de sus rondas, nos hace hasta perder la conciencia... pues así es mi vida, un sorbo de excesiva religiosidad, y pensamientos ambiguos al respecto, un amor profundo hacia el Dios que nos ha puesto en ésta tierra, aunque poco respeto a sus preceptos o mandatos, que mas da, ese es mi primer sorbo de vida.

Un poco de picante en el amor, un añejamiento de mi copa me envía a entregarlo todo como el mas vil de los mortales, en este sorbo no recuerdo quien soy yo, con cada beso desprendo de mi cuerpo un pedazo de piel y lo doy como si solo ese momento me quedase para amar, no tengo claro que es lo que más me gusta, solo digámosle que me enamoro de la gente. Disfruto igual el sexo como la caricia, los abrazos como los besos, las palabras como las miradas, solo me agrada que el amor se exprese y no se esconda tras un polvoriento armario.

Adentrándome un poco mas en lo profundo de mi bebida, llega el trago amargo, sufro, lloro, pataleo y hasta hago berrinche por casi todo... bueno a quien tato de engañar, por todo. Me disgusta estar disgustado, me duele sentir dolor, me pesa el vacío de mis bolsillos, el amor me ha mostrado la cara triste de sus desenlaces, pero aun sigo esperando a quien llegue y se quede conmigo, la vida me ha dotado del defecto... o ...la virtud, aun no se, de ser sensible, no me gustan muchas cosas, casi ninguna, aunque disfruto muchas otras, bueno casi pocas, en esta búsqueda se resume mi existencia.

Y para rematar la copa, hago muchos brindis, tengo la fortuna de contar con personas realmente maravillosas, la gente me ha defraudado, para que decir mentiras, aunque francamente no tanto como los he defraudado yo, pero cada uno de ellos, ha dejado en mi huellas de sus mejores aspectos, me han enseñado a amar y me han brindado su apoyo cuando mas los he necesitado... por ustedes, salud.

Unos cuantos empinares de amargura, dulzura, alegría y tristeza, un cacho de marihuana, unos tantos escritos de melancolía, una paranoica anorexia que no se me nota, una moral de miseria, y una autoestima refundida junto con la decencia, conforman mi copa. Hoy día solo espero a que en una de mis borracheras explorando el mundo, caiga con esta copa al piso y ella estalle ante mis ojos.
*En las fotos: Juan David Ortiz (yo). Fotografía 1: photo by Liliana Ávila-Edited by Isabel Bohórquez. Fotografía 2: archivo personal.

Sin Mas Salida Que El Camino




El cansancio con cada paso, se agudiza en mis rodillas, no veo mas camino que el camino de estas oscuras calles, y ya ni fuerzas me quedan para continuar paseando por él. Tal vez sea el cansancio de cientos de gritos humanos, que sin culpa corren por mis venas, como una herencia de dolor y profunda mansedumbre que me está obligando a ser una victima mas de la aberración humana que llamamos sociedad... o, tal vez no sea mas que ese dolor tan fuerte que pesa en los bolsillos, por descubrir que nada valgo gracias a ellos, que ni el trabajo ni el estudio, ni la entrega, ni nada, los ha de llenar, sencillamente por que ésta vida solo fue diseñada para el dinero y la belleza, o... solo tal vez.

Que mas importa continuar, ni mi pasado ni mi presente me guían a nada, es realmente sorpresivo saber que tu vida siempre a girado sobre una plataforma de buenas intenciones y sueños estúpidos, laborando en ti un plan de vida, y gracias a ti, debes seguirlo como quien sigue una receta de cocina, ahora bien, imagina que ese plan de vida un día se queda sin recetas; pues si, esa es mi vida, una bitácora de eternas formulas matemáticas para vivir que se ha quedado sin hojas. Lo mas intrigante de la calle, como la vida misma, es que ni retrocediendo ni avanzando mas se puede encontrar la salida, siempre se camina en círculos porque a nadie se le ha ocurrido pensar que todo puede ser peor.

No puedo creer lo que siente mi piel, una daga que juzga mi cuerpo y hace mas desesperante mi huida, la lluvia como raro esta presente entre las cosas mas frías y desoladoras de la vida, no sé como entenderlo, el mundo no comprende cuanto pesa ser hombre, cuanto duele sentir dolor, quizá por eso te mira en las noches con oscuros pensamientos, no sé, solo se me ocurre.

¿Parar en medio de la lluvia? ¿para qué? Mas mojado y desgarrado no puede estar mi cuerpo, mas sediento de justicia y de libertad no puede estar mi corazón, solo me queda continuar, las preguntas se acumulan todas en mi cabeza atacando mi razón sin compasión, cientos de ellas quieren salir de mis labios y me tiran al suelo envuelto en un desesperado grito que asemeja el lamento de una bramante bestia acechada por condena en las implacables llamas del infierno. Cansado de luchar, me dejo tirar en ese asfalto encharcado de la podredumbre en las calles de chapinero, cansado de luchar contra la vida, contra el sistema, contra las leyes morales, contra mi, me tumbo, caigo de dolor como en su momento cayó Jesucristo, cansado del peso de su amarga existencia.

Quisiera pensar que “hay que correr el riesgo, de levantarse y seguir cayendo” pero no puedo, o, tal vez pueda, no sé si quiero, ¿para qué ponerme en pie de nuevo? No teniendo mas auxilio que mi propia ayuda, lanzo otro grito de desespero, pido piedad al padre que un día me puso en esta miserable tierra de miserables, a pasar miserias, pido piedad por tantos malos y repugnantes pensamientos que hoy son autores de mi vergonzosa caída, pido piedad del mundo... solo piedad.

Ya no vale la pena... lo pienso de nuevo, como lo pensé en el momento en que decidí dejarme consumir por aquellos pequeños y asesinos labios, acompañados de hermosas y diminutas pecas, no vale la pena, como lo pensé en el momento en que me di cuenta que seguir a cientos de viles voces por conseguir viles cosas terminarían por hacerme ver como otro de los terroristas de lo publico, no vale la pena, como lo pensé el día en que decidí vender mi conciencia y mi moral, para encontrar un poco de amor resguardado en los brazos de un hombre... ya nada vale la pena. Seguramente si estuviera en las manos de Dios, nadie en nuestros tiempos seria feliz, no sé quien sea mas maldito, si el maldito mundo que te grita acecino no sigas a tu señor, o, aquel maldito invento ficticio que te impide vivir, llevar una vida sucia a cambio de permanecer en eternos rayos resplandecientes de amor siniestro.

La calle no termina, las dudas continúan y el suelo mas frío y mojado que nunca, por fin, un ultimo aliento, la voz de aquel ultimo tren que posiblemente me lleve a mi destino o me aleje de él, no sé. Me pongo en pies y camino, ando de nuevo, tratando de hacer menos dura mi vulgar vida, quisiera con locas ansias que el mundo no juzgara mis pasos; pero nada menos espero, si han sido denigrantes palabras las que ha recibido de mi, éste mundo. Difícil me resulta ya respirar, el aire se bloquea en la entrada de mi nariz, durante mucho tiempo la conserve intacta, para que disfrutaran el momento en que inhalaran alguna de esas sustancias que te regalan segundos de vida y horas eternas de reproches. Pero ahora, están inundadas de dolor, o de aire en su defecto, pero de un aire que en vez de producir vida, asfixia.

Continuo el camino, siendo conciente que ésta calle de amargos pasos la han recorrido cientos de corazones marchitos, siendo conciente también que la locura y el pecado de cada rostro nos hace indignos de permanecer en estos incontables metros de carretera de vida, pero es así... aquí estamos y es nuestro deber permanecer, saber que la vida hace parte de nosotros y que la angustia no va a cerrar nuestros ojos, solo debemos ser valientes y continuar. No aguantando mas camino de realidad, decido tomar un Transmilenio y descansar bajo el abrigo de mi casa, ésta es la salida del cobarde, abandonar el dolor cuando se hace insoportable, saber que si te refugias en tus paredes no habrá mundo que grite a tu cara, pues así fue... huí, salí corriendo del desespero que me dio esperar respuestas.

Cuando el camino se hace cada vez mas duro al hombre le resulta mas conveniente huir de él, correrle a la verdad de su pasado, de su identidad sexual, de su labor en el mundo como sujeto, y es por eso que muchas veces nos encontraremos sin mas salida, que el camino, el camino que esta perra vida de mierda nos quiera trazar.
* En la foto: Juan David Ortiz (yo). photo by: Liliana Ávila - Edited by: Isabel bohórquez

Solo un beso...


Mientras envuelto por el tiempo y aguardando en la parada del auto bus, en una de escabrosa calle de la 19, cruzan frente a mí los ojos mas descarados de la noche, un contacto visual lleno de reproches y de amores, reflejan la pasión de aquel ser dispuesto a estallar. Sigilosamente se detiene y me observa, clava en mi su vista como dos puñales dispuestos a herirme, se concentra en mi. Sabe que la observo y me intimida, sabe que me asusta y que me gusta.

Dirige su andar hacia mí, sus pasos son lentos, delicados, sensuales. Camina cual fiera acercándose a su presa, con estilo, con recelo, con pasión. Se detiene frente a mí, se le ve decidida a entablar una conversación conmigo, no le importa verme indefenso, solo se detiene, y se acerca.

Saca del bolsillo su mano, la levanta lentamente y la coloca sobre mi hombro. El pánico se apodera de mi ser. Aun no sé como actuar. Las palabras no fluyen de entre mis labios. Ella acerca poco a poco su rostro al mío, ya siento su respirar en mi nariz, y el roce de sus pestañas al parpadear, cerré los ojos, cuando menos sentí, los labios más hermosos, estaban dándome el mejor beso de mi vida. Me siento en la helada silla de la parada, y aun más decidida, ella se sienta a mi lado.

No pretende pronunciar palabra alguna, solo me mira, aunque más que mirarme, siento que me admira. Sin notarlo, deja caer por su rostro una lagrima, iluminada entre otras cosas, por las luces de neón de aquellos sitios en la zona, ésta corría como ácido por su cara; quemaba su alma a cada milímetro que deslizaba.

Con mucho cuidado saqué de mi bolsillo un pañuelo, se lo ofrecí con amabilidad y ella lo tomó en sus frágiles manos, en el momento que agarra el pañuelo, rosa mi mano. Una fría sensación recorre mi brazo y me deja inmóvil ante aquella hermosa dama. Decidí cerrar los ojos y aguardar al fin que la noche nos quisiera ofrecer.

Llegó el bus, un poco lleno como siempre. Le abrí el paso a ella para que siguiera; una vez a dentro, noté que no dejó de observarme ni un segundo. Luego de un par de horas, se pone en pies y se dirige hacia la puerta, nunca quitándome su mirada. Me llene de miedos, supe que se iría y por siempre, no debía dejar ir aquella mujer, pero lo hizo, se fue.

Me bajé del autobús cuadras después y corrí a buscarla desesperadamente, calle tras calle la sentía mas cerca, aunque esa noche solo me ofrecía oscuridad, los altos edificios y la peligrosa noche en las calles de Bogotá me desesperaban, asfixiaban mi búsqueda, al poco tiempo comenzó la lluvia, tropecé con los charcos, me vi de frente con los autos en la avenida y fue cuando comprendí que se había ido.

No Fue Porque Se Fue



En el pleno de la angustia por sentir unos labios, un ser se encuentra frente a frente con su amor. Él siente que sus manos sudan y sus rodillas comienzan a flaquear, hace sentir todo esto a aquel ser que está experimentando una agonía ínfima y profunda. Sus dedos comienzan a ponerse morados y su corazón late de una manera desbordada por lo que su alma viaja lejos de éste mundo a uno de fantasía y sueños eternos.

Su vida se detiene al primer parpadeo de su amor, quien baja la mirada y sin nombrar palabra se da la vuelta. La angustia invade aquel momento, ninguno de los dos quería que se acabara ; pero de igual manera no podían dejar rodar libremente sus sentimientos.

Frente a ambos cruza un carro, alumbrado por el reflejo de la luna, quien hace sonar el pito como dos trompetas que anuncian la muerte de algo que pudo ser y no fue. Abriendo paso firme al despido.

Luego de la partida de aquel automóvil rojo como llamas del infierno, éste ser no deja de pensar en mil desenlaces que pudieron dar fin a su momento de éxtasis, prefiriendo pensar que su amor era posible, pero supone no se dio por la aparición de su infierno distante. Ese carro que en su interior lleva la única oportunidad de amor profundo, hace que esta noche fuese eterna.

Te amo aunque en silencio....


Una vez más me dispongo a ver tras mi ventana la obra mas intrépida y perfecta del creador, siento que el sol cada mañana madruga para alumbrar el toque extraño de tu rostro y la luna llena de envidia, brilla cada noche para semejar tu sin igual hermosura, sin entender al menos que tu rostro fue esculpido por la cúpula angelical del cielo.

Bendigo tu hermosísima presencia; la bendigo sin alcanzar a contemplarla de cerca, tan sólo con soñarte entre en mis brazos cometo el pecado de no tenerte nunca mas. Animo cada día de mi vida con el ansía de estar noche tras noche en mi ventana y verte pasar por en frente, un segundo o dos que me alcanzan para estar en paz durante las doce horas más desérticas de mi vida.

Sé que siempre responderás al llamado de mi alma, aunque no seas conciente que soy yo quien te ama como nadie en el mundo; esperaré a una respuesta visual por parte tuya, en la que me grites con tus ojos, te amo.

Por fin el anhelado sueño se hace realidad, sin preguntar, sin saber y sin pensar, volteas y me ves observándote. Por fin una respuesta a tantas noches suspirándote, aunque tu solo sonríes y continuas tu camino, yo sé que me quieres y que cada noche tendremos una cita como quien tiene un amante a escondidas, y huye entre la oscuridad. Esa luna que envidiosa trata de hacer similar de tu belleza, será testigo de nuestros deseos visuales, en los que sin palabras gritamos al mundo nuestro amor.

Pienso en mis momentos de soledad. que sólo me bastan tus ojos y tu asesina sonrisa, pero solo por un instante desearía probar de tus labios, sentir el roce de tu piel y hacerle reproche a la luna de tanta pasión; pero entiendo también que como ella, estamos condenados a segundos de amor, porque así como ella ama al sol, espera a que amanezca para sentirse envuelta entre sus cálidos brazos, pero nunca estará con él.